Generoso, creativo e infatigable, Yuri es otro de esos héroes ocultos, cuya silenciosa y efectiva labor permitió el desarrollo de numerosas investigaciones científicas, desde Los Queules a Chiloé. Somos muchos quienes debemos una enormidad a ese trabajo silente e indispensable. Yuri era generoso con su conocimiento, su inteligencia, su tiempo y energía. No escatimaba en su apoyo a una amplia gama de investigaciones, desde evaluar la riqueza de insectos nocturnos -en muestreos que tomaban buena parte de la noche- hasta analizar la variación estacional en la composición de la hojarasca del bosque, pasando por mantener plántulas libres de insectos herbívoros y diseñar y montar exclusiones para evitar que aves se posaran en árboles, exclusiones de tamaño “familiar”.
En cada investigación que apoyaba, Yuri aportaba sugerencias para mejorar su ejecución. Creativo, evitaba y resolvía problemas, diseñaba y adaptaba artes de captura para plantas y animales con ingenio. Baste ejemplificarlo con un trozo de alambre, que para muchos no significaba nada más que eso, mientras que Yuri lo transformaba en un gancho para asegurar una trampa de intercepción de insectos instalada a 30 m de altura o bien en una fijación para mantener en su lugar el parachoques, el radiador o la puerta del mítico “Halcón Milenario”, destartalada camioneta que parecía responderle solamente a él. Si alguien intentaba conducirla, seguro quedaba a la orilla del camino con varias partes del “Halcón” en el suelo…a la espera de ese trozo de alambre que de inservible pasaba a ser la salvación del equipo en manos de Yuri.
Incansable, era el ejemplo a seguir en dedicación y preocupación, no solo de experimentos y muestreos, sino muy especialmente, de las personas. Atento al bienestar de quienes le rodeaban, durante los trabajos de campo por ejemplo, se aseguraba de la alimentación de todos, gustos y “mañas” incluidas. Pan amasado y pescado al horno eran algunas de las especialidades con las cuales Yuri reanimaba a investigadores cansados de largas jornadas de trabajo, mientras él seguía con toda su energía y sonrisa. Último en ir a descansar, el primero en comenzar la jornada matutina, todos quienes intentamos levantarnos primero para servirle desayuno ¡olíamos el pan tostado ya preparado por Yuri!
Con su hablar pausado y dicción perfecta, era un caballero de otro siglo, cortés, respetuoso y preocupado por los otros, esos otros que hoy lamentamos su partida. Su forma de ser y hacer lo convirtieron en un asistente legendario de nuestro laboratorio. Su temprana partida nos priva de un amigo y excelso colaborador y acrecienta su bien merecida leyenda.